por Ramón Jaúregui, diputado en Cortes por Álava. Portavoz del PSOE en la Subcomisión para fomentar la RSE y Portavoz del PSOE en la Comisión Constitucional
Desde hace más de cuarenta años, una casta militar corrupta ejerce una dictadura represiva y cruel sobre la población de Birmania. A la ausencia de libertad y de democracia se une la corrupción y la ineficacia que obliga a la población a huir y a malvivir
Estamos viendo estos días, la lucha de un pueblo contra sus opresores en demanda de libertad y justicia, de Democracia y Derechos Humanos. La junta militar reprime, hasta el asesinato, esas protestas. La Comunidad Internacional pretende mediar para evitar la represión y para facilitar el camino a la democracia. Pero muchos nos preguntamos: ¿puede hacerse algo más?, y nosotros ¿podemos ayudar? Sí, podemos. Si todas las empresas del mundo que operan o subcontratan en Birmania abandonaran ese país o simplemente amenazan con hacerlo, el gobierno militar deberá ceder a esta fuerza económica formidable.
Cuando los fondos de pensiones americanos decidieron no invertir en Sudáfrica por su odioso régimen de apartheid, aquella dictadura tuvo que negociar el camino a la democracia porque su economía no podía vivir de espaldas al mundo. Hoy en Birmania ocurre algo parecido. Si las agencias de turismo de todo el mundo –incluidas las españolas- dejan de enviar turistas y si el capital internacional y las empresas que subcontratan en ese país advierten de su abandono a sus gobernantes, estaremos ayudando a ese pueblo en su lucha por la libertad.
Suu Kyi, premio Nobel de la paz, detenida y retenida desde hace más de diez años por la dictadura birmana ha solicitado a la comunidad internacional evitar las inversiones y el turismo, cuyos beneficios se quedan exclusivamente la junta militar y sus protegidos.