A sus 64 años, Suu Kyi sigue siendo la dirigente que goza de mayor apoyo entre la población, de ahí el interés de los militares por prolongar sus detenciones y arrestos domiciliarios que con escasos periodos de libertad vigilada la mantienen apartada de sus seguidores desde hace dos décadas. Ni siquiera los buenos oficios de Ban sirvieron para relajar su martirio.
El tribunal del distrito norte de Yangón (la antigua capital birmana) es el encargado de juzgar a la líder de la Liga Nacional para la Democracia (LND), por la nueva acusación presentada contra ella cuando ya expiraba su anterior condena. El fiscal la acusa de violar el arresto domiciliario como consecuencia de la infiltración en su casa del ciudadano estadounidense John Yettaw, el pasado mayo.
Yettaw, que cruzó a nado el lago que bordea la residencia de Suu Kyi, supuestamente para informarla del peligro que corría su vida, permaneció en la casa dos días y fue capturado por la policía cuando salía de las aguas del lago durante la madrugada. Desde entonces, la dirigente opositora se encuentra en la prisión de Insein, donde en vano solicitó visitarla el secretario general de la ONU.
La mascarada de este juicio, iniciado el 18 de mayo, exige tanto a los testigos, como a los abogados que defienden a Suu Kyi que no revelen información alguna sobre los testimonios y los argumentos de los fiscales y jueces. Si es encontrada culpable, la líder del la LND puede ser condenada a cinco años de cárcel. Ban calificó el juicio de "totalmente inaceptable".
El Gobierno birmano desplegó varios centenares de policías con material antidisturbios y montó controles de seguridad con alambrada de espino, en las calles del suburbio de Yangón, en que se levanta la prisión, según informa la agencia EFE. En la zona se congregaron también civiles de la asociación paramilitar afín al régimen y cerca de un centenar de simpatizantes de la LND.
Ban Ki-moon, que permaneció dos días en Myanmar (antigua Birmania) y se reunió en dos ocasiones con el jefe supremo de la Junta, general Than Shwe, le pidió que además de liberar a Suu Kyi abra las puertas de las cárceles y permita salir a los más de 2.000 prisioneros políticos, que se pudren en ellas. Sólo así serán creíbles las elecciones generales multipartidistas que están previstas para el año que viene, como parte de la 'hoja de ruta' adoptada por el régimen para democratizar el país.
Myanmar, con 53 millones de habitantes, es uno de los países más pobres y aislados del mundo, pese a contar con una enorme riqueza en recursos naturales. China e India, necesitados, entre otros, de gas y petróleo para su acelerado desarrollo, cortejan al Gobierno sin tener en cuenta las violaciones de los derechos humanos que sufre la población.
En 1990, al frente de la LND, en las únicas elecciones libres habidas en Birmania desde el golpe de 1962, Suu Kyi, que había vuelto al país dos años antes, logró hacerse con el 82% de los escaños del Parlamento. Los militares jamás reconocieron los resultados y un nuevo golpe acabó desde entonces con el más mínimo resquicio de libertad.
Poco antes de iniciarse la vista de hoy, Nyan Win, portavoz de la LND y miembro del equipo de abogados, mantuvo junto a sus colegas una breve reunión en la cárcel con el símbolo mundial de la resistencia. Prepararon los argumentos del juicio y Suu Kyi fue informada de la visita de Ban Ki-moon, a quien sólo se le permitió hablar durante 10 minutos con los representantes de la liga.