miércoles, 19 de mayo de 2010

Hilando el tiempo en Bangkok por Concha Pinós

Los hechos que se manifestaron el pasado Abril en Bangkok, se han ido cociendo lentamente en los últimos 4 años desde el 2006, cuando tuvo lugar el golpe de estado al primer ministro TS. Los 28 muertos que mancharon de sangre las calles de la capital el pasado Abril nos retrotraen a los días oscuros de la política tailandesa: donde un legado de golpes, protestas sangrientas, constituciones rescritas, y operas shops protagonizadas por primeros ministros sedientes de protagonismo.

El actual primer ministro está dispuesto a seguir en el gobierno aún a costa de masacrar a la sociedad civil tailandesa. Este gobierno está luchando para sobrevivir en esta violenta fase que ha paralizado el cuerpo político y conmocionado a la opinión internacional haciendo caer la economía y el turismo hasta cuotas desconocidas: es duro el contraste de la reputación de los tailandeses como pueblo pacífico sonriente, amantes del la paz y con la imagen que hemos visto actualmente en las calles de BKK

El país ha entrado de pleno en un nuevo capítulo en su desarrollo democrático, capitaneados por los fieros CAMISAS ROJAS (principalmente campesinos) a los que se han sumado los movimientos de la clase política avidos de democracia y han hecho alquimia con los políticos tailandeses descontentos. Los Camisas Rojas por primera vez en la historia de Tailandia han transformado una retórica politica

¿Quiénes son los Camisas Rojas?

Los Camisas rojas es el nombre que recibieron los voluntarios que siguieron a Giuseppe Garibaldi en el sur de Italia durante su Expedición de los Mil, pero en ocasiones el nombre se extiende a los voluntarios de otras campañas del revolucionario. El nombre deriva del color de las camisas que utilizaban para identificarse. Los camisas rojas representan a las clases más desfavorecidas. En su mayoría proceden del ámbito rural del norte y noreste del país- donde abundan las etnias empobrecidas y perseguidas-, aunque tambien se han sumado a su reivindicaciones intelectuales urbanos y estudiantes que piden democracia. El objetivo principal grupal de este movimiento es terminar con la “ democracia falsa”, ya que no se encuentran representado por unas élites que no reconocen el valor del voto expresado y un Ejército que defiende intereses de corporaciones. Su organización es el Frente Unido para la Democracia y Contra la Dictadura. Las encuentas dicen que más del 70 % de los tailandeses están en profundidad de acuerdo con sus reivindicaciones aunque no hayan salido aún a demostrarlo, pero que podrian hacerlo.

Los postulados de la clase trabajadora golpea duramente a la oligarquia de Tailandia. Para complicar más la cosa el primer ministro está actualmente en una posición muy delicada ya que el ejército en si mismo se encuentra dividido frente a está disyuntiva: una parte del ejército exige un compromiso político al primer ministro y otros estaría a favor de la disolución del parlamento.

Reflexionando desde la sociedad civil y en un análisis global, deberiamos primero preguntarnos seriamente hasta donde llegará este primer ministro educado en Oxford y miembro de la élite Tailandesa por ostentar el poder.

Las respuestas potenciales son: Represiones sangrientas, otro golpe de estado más duro, decir que se comprometerá por un lado y por el otro seguir reprimiendo, es posible que ni él mismo tenga la respuesta, pero la iremos viendo a lo largo de los siguientes días o semanas.

La clase política ha permitido que una nueva forma de violencia crepite en el corazón de la capital de Tailandia, permitiendo que actos de terrorismos político, bombas, el sabotaje a las líneas eléctricas, ataque a los bancos, el bloqueo de los transportes militares, y el ataque con granadas a las comisarías de Chiang mai u otras comunidades entren en una espiral impredecible.

Una señal de lo lejos que han ido las cosas es que desde Abril los Camisas Rojas descendieron hasta Bangkok mostrando un diálogo maduro al primer ministro, sólo han recibido golpes, negativas y engaños. La cultura Tai tiene una gran facilidad para acomodarse en los movimientos populistas. El golpe de estado del 2006 y la disolución de dos gobiernos democráticamente electos fueron los factores que hicieron germinar el movimiento de los camisas rojas, pero ahora, incluso ellos se están convirtiendo en populistas. Han trasladado el debate democrático y las reclamaciones de transferencias de poder a una escena de claro-obscuros violentos.

El antiguo primer ministro, está detrás de éste movimiento de los camisas rojas, quienes gracias a su ayuda económica han podido estar en la calles, Thaksin afirma que los soldados, generales y policías son sandías y dice que solo son verdes por fuera, pero rojos por dentro. Con esto nos invita a pensar que el ejército podría en cualquier momento apoyar –al menos en una parte- a los camisas rojas; por su parte el primer ministro declaró (una experiencia traumática como la vivida en BKK, no puede ser `parte de un proceso de apertura democrática) y admitió la necesidad de mirar internamente al reino de Tailandia y no ser tan optimista, porque las divisiones del país están servidas.


¿Quién es Thaksin Sinawatra?

Un multimillonario que ha hecho su fortuna en el sector de las telecomunicaciones. 62 años originario de Chiang Mai el norte de Tailandia, de donde proceden la mayoria de los Camisas Rojas. Exiliado en Londres y Dubai, fue condenado en 2008 por corrupción y fraude. Está detrás financieramente de todas las protestas.

El sistema político tailandés está quebrado y, el gobierno es incapaz de controlar este conflicto, lo que pasa en las calles de BKK entre el gobierno y los camisas rojas puede deteriorar en una guerra civil no declarada. El país polarizado en demandas de acción inmediata en forma de asistencia reclama figuras mediadoras de externa.

Es hora ya que los tailandeses consideren a sus amigos internacionales como aliados para evitar más violencia: incluso las democracias más avanzadas suelen hacerlo.

El Primer ministro no puede negociar ni controlar estas protestas más que con el uso de la violencia. Los Tais están terriblemente desilusionados con una élite política que les niega los frutos del desarrollo que durante décadas de gobierno les prometieron a los campesinos. Tailandia es un país pacífico pero también inclinado a la violencia con una historia de autoritarismo e inconformismo que muchos tailandeses aceptan. El formato de violencia en BKK se ha expresado en forma de crisis.

Una crisis que se culmina con problemas como la sucesión real, el monarca después de seis décadas no está en posición de resolver estás disputas y si interviene su prestigio y autoridad moral, resultaría dañado.

Desde la perspectiva y la proximidad de Birmania, muchos hacemos las inevitables comparativas políticas, ¿es posible el movimiento de los camisas rojas inflame divisiones en la junta militar birmana y encontremos “más sandías birmanas”? ¿Es posible que el populista aparezca con billones para los birmanos que apoyen un cambio político en esa línea en Birmania, qué haría la junta entonces?

Los desplazados y exiliados birmanos que están en Tailandia están aterrados por el despliegue del ejército tailandés y birmano por los campos, hace más de tres semanas que no pueden moverse.

Después de décadas bajo la junta militar birmana de soportar “la ley y el orden” los birmanos están sorprendidos de ver que fácil es ponerse una camisa roja y cantar pacíficamente, aguantar bastonazos, gases y disparos. En Birmania el dictador hubiera disparado contra la población civil hace ya tiempo. La Junta Militar Birmana, concluye en afirmaciones tan severas como es necesario imponer más disciplina democrática a los tailandeses.

Tailandia y Birmania son viejos cuerpos enfermos y los pobres campesinos de las etnias demandan esperanza, libertad y autonomía


¿Qué se debería hacer?

Los colores de las camisas se han multiplicado en Bangkok. Las hay amarillas- que se definen como monarquicos-, las multicolores- que se oponen a las camisas rojas y a quienes acusan de tener en realidad la violencia como un arma para dañar la economia y sembrar el pánico en Tailandia.

Negociar, parar la violencia ambos lados, hacer que la política pase de nuevo por el parlamento y que la vida política tailandesa se refresque con unas nueva elecciones, y quizás aspirar a una nueva constitución que substituya la militarización en el país.

La solución es complicada, la intervención militar llevara la muerte de civiles y los manifestantes no se quedaran con los brazos cruzados. Ojala pronto vuelva a reinar la paz en Bangkok.