George Thomas - Rawang, Malasia
En Birmania el gobierno ha lanzado nuevos ataques contra civiles en el norteño estado de Karen. Más de dos mil aldeanos huyeron de sus hogares para escapar del ejército. Pero ellos no son el único grupo tribal que está huyendo de la violencia en el país. Unas dos millones de personas se esconden en las selvas. Algunos, como la tribu Zomi Chin, ha buscado refugio en Malasia.
Hace más de un año, En-Khan Khual huyó de Birmania dejando atrás a su esposa y dos hijos pequeños. Había escapado de los soldados birmanos que lo arrestaron y lo obligaron a trabajar.
Khual dijo que el día de su detención estaba enfermo y se sentía débil. "Los soldados me obligaron a cargar equipo pesado. Pero cada vez que descansaba, me pegaban con sus armas y me pateaban. Cuando tuve oportunidad, boté el equipo y me escapé".
Khual es uno de los ocho mil inmigrantes ilegales de Birmania que viven en campamentos improvisados en las selvas de Malasia.
Hay unos seis campamentos Zomi esparcidos por toda Malasia. En uno de ellos hace unas semanas, el ejército malayo entró y quemó todo. Cuando ocurrió el ataque, la gente huyó a la selva, pero a las pocas horas tuvieron que volver porque ese es su hogar.
Langh Khan Sian muestra con orgullo su carné de refugiado registrado, otorgado por el alto comisionado de la ONU para los refugiados. Khan asegura que oró mucho para que lo registraran como refugiado. "Esto no es suerte. Creo que es un regalo de Dios porque Él conoce mi sufrimiento", agregó.
En Birmania, Khan fue encarcelado y acusado de rebelarse contra el gobierno. En 1999, un contrabandista lo puso en libertad bajo fianza y lo llevó de Birmania a Tailandia. Ahí lo vendió al dueño de un barco pesquero.
"Trabajábamos 24 horas sin descansar ni comer. Cuando me enfermaba tenía mucho temor porque vi que tiraban al mar a los enfermos que no se recuperaban" afirma Khan.
De los 38.000 inmigrantes ilegales en Malasia, sólo un puñado recibe estatus de refugiado. Como Malasia no firmó la convención de 1951 de Naciones Unidas, su capacidad para otorgar ese estatus es limitada.
Paul Maang, secretario de la asociación Zomi de Malasia, dice que ésta gente no tiene más opción que esperar. Maang enfatiza que no vino a Malasia para una vida mejor, sino más segura.
Maang pasó cinco años y medio en la cárcel de Birmania por razones políticas y religiosas. Ahora, comparte de Jesucristo con sus colegas birmaneses y muchos de ellos le aceptan como su Salvador.
Tras salir de la cárcel, las autoridades rehusaron devolverle su carné de identidad nacional, haciéndolo un ilegal en su propio país. Su estatus en Malasia también es ilegal, pero Paul dice ahí puede alcanzar una meta más grande.
Maang añade que pueden ayudar a los enfermos y cuidarlos. "Y tratamos de conseguir libertad para los arrestados. Mi propósito es ayudar a mi gente y espero que sea también el propósito de Jesús", dijo.
La tribu Zomi Chin no ha perdido la esperanza. Creen que un día Dios los reunirá con sus familias y los llevará, junto con los otros desplazados de Birmania, de regreso a su patria. O por lo menos un lugar que puedan llamar hogar.