El documental, nominado este año al Oscar, muestra con imágenes grabadas con videocámara doméstica la labor de los periodistas que deben trabajar desde la clandestinidad bajo el régimen militar que domina Birmania.
Ostergaard considera que su documental es "una fábula contra el miedo" y reúne en él imágenes que han dado la vuelta al mundo con los militares de aquel país tiroteando a periodistas y a monjes budistas que se manifestaban pacíficamente por las calles en la conocida como la "Revolución de Azafrán" por el color de las túnicas de los monjes.
En el documental, Joshua, un reportero de 27 años, actualmente en el exilio, relata en primera persona cómo se organizaron los reporteros para grabar y transmitir las imágenes en una muestra pionera de "periodismo ciudadano".
Para ello, Ostergaard ha montado un relato con las imágenes grabadas por los reporteros birmanos y lo ha reconstruido con voces y explicaciones obtenidas por los mismos protagonistas ya fuera del escenario original.
Además del riesgo explícito de los protagonistas de la película, el cineasta cree que la película "es una celebración de periodismo ciudadano".
Demuestra que con una "handycam" y las redes sociales "se puede grabar en la calle y mostrar fuera desde una manifestación hasta la boda de tu hermano y la represión de un régimen dictatorial".
En Birmania está permitido tener una cámara para grabar la boda de tu hermano pero no las manifestaciones que graban esos reporteros, ha explicado.
Ostergaad quiere dejar claro que, en su opinión, esos periodistas "no son víctimas, son gentes que tratan de hacer algo".
Con medio siglo de régimen militar en Birmania y tras la concesión del Premio Nobel de la Paz a Aung San Suu Kyi, se creó en Oslo la radio Democratic Voice of Burna, emisora que después se convirtió en televisión y que retransmitía al mundo las imágenes que le llegaban sobre todo de Rangún.
De esos reporteros ha sacado el cineasta danés el material para un documental que acerca a los espectadores una realidad todavía presente en el país del sudeste asiático con miles de refugiados, tortura, niños soldados y violaciones generales de los derechos humanos.
"Cuando empezamos en 2005-06 yo mismo sabía poco de Birmania", explica el cineasta, "era el típico que sabía del país por los libros de Rudyard Kipling y una señora que salía en la tele con una gran flor en la cabeza".
Ésa era la idea general que tenía Ostergaard sobre Birmania hasta que entró en contacto en Bangkok con la docena de reporteros que había acudido a la capital tailandesa a aprender a manejar la videocámara y tropezó con uno de ellos, Joshua (nombre ficticio), al que ha hecho protagonista de su filme.
"Burma vj" es un filme de 84 minutos que se estrena hoy en 45 pantallas españolas de ciudades como Madrid, Barcelona, León, Gijón, Alicante y Palma de Mallorca y en dos cines de en Santiago de Chile y Valparaiso, dentro de la iniciativa "El Documental del mMes" de la productora "Paral·lel 40".
En Birmania circula clandestinamente en copias piratas realizadas en la televisión que transmite desde Oslo. EFE.