Decenas de miles de personas, indiferentes al estado de excepción declarado por el Gobierno en Bangkok, salieron hoy a las calles de la capital armadas con cubos y mangueras para celebrar el las festividades del Año Nuevo tailandés.
Las escenas de turistas y tailandeses que en la parte nueva de la capital se divertían con los remojones de agua, contrastaban con la de los soldados que provistos de material antidisturbios, cargaron unas horas antes contra los manifestantes antigubernamentales concentrados en el otro extremo de la metrópoli.
Puntuales a su cita anual con el agua, a primeras horas de la mañana se había desatado ya la guerra en la que participaban por igual mayores y niños que desde hacía días esperaban estrenar sus armas de plástico para disparar chorros de agua a presión a cuantas personas se cruzan por medio.
Las batallas de agua, a veces helada, se agradecen en esta época del año, cuando las temperaturas en Tailandia alcanzan hasta los 40 grados centígrados.
"Llevo esperando este momento todo el año. Me encanta salir a la calle y participar de la alegría general, sobre todo ahora que Tailandia lleva tanto tiempo en medio de una crisis política", dijo a Efe Thanaporn Kaewloyfa, de 30 años y diseñadora de ropa.
Kaewloyfa y sus amigos, armados de pistolas de agua, recorren las calles subidos en la parte trasera de una camioneta descubierta, desde la que disparan agua y arrojan cubos de agua a los viandantes o a los grupos de rivales.
Todo está permitido, siempre y cuando se trate de agua y polvos de talco, los dos elementos imprescindibles en la "guerra" que se libra en el país con motivo de los festejos del nuevo año budista, que se prolongarán hasta el próximo miércoles, y al margen de las protestas contra el Gobierno del primer ministro Abhisit Vejjajiva.
"Es muy divertido, jugamos como niños, aunque hay que tener cuidado de no resbalar y caer del camión o de terminar con los ojos irritados por el polvo de talco que a veces algunos tiran para pintarte de blanco", explicó la mujer.
Aunque a alguna persona, por lo general turista, le pueda parecer una broma pesada, es de buena educación mantener la calma y sonreír cuando a uno le alcanzan cientos de chorros de agua o le arrojan encima un cubo de agua helada que paraliza el cuerpo.
Esta celebración recibe el nombre tailandés de "Songkran", un término procedente del sánscrito que significa "movimiento o cambio", en este caso el desplazamiento del Sol en la constelación de Aries.
Los orígenes del nuevo año tradicional, que en Camboya llaman "Chaul Chnan Thmey", en Birmania "Thingyan" y en Laos "Pimai", combinan creencias budistas con la antigua astrología.
Desde hoy, en Camboya y Laos estarán en el año 2553 de la era budista, mientras que Tailandia, país que unas décadas se adaptó al calendario gregoriano, entrará en ese mismo año el próximo día 1 de enero.
Con el inicio del festival, Birmania, según su propio cómputo histórico, da la bienvenida al año 1371, y es la única época del año en la que los birmanos, que celebran la festividad con bailes y baños de agua, se permiten alguna libertad en el régimen militar.
Días antes del inicio del Songkran y de que fuera decretado el estado de excepción en Bangkok, comenzó el habitual éxodo masivo de personas hacia el medio rural, del que provienen casi la mitad de los cerca de diez millones de habitantes que tiene la capital.
Por estas fechas, las más señaladas del calendario nacional, la mayoría de los tailandeses se reúnen en familia en su pueblo de origen para celebrar el fin de la recogida de las cosechas y dar la bienvenida al Nuevo Año
También es costumbre asear las imágenes de Buda que se guardan en casa y deshacerse de todos los trastos para recibir el Año Nuevo con buena fortuna.
No obstante, los budistas más tradicionales lamentan que las nuevas generaciones estén más interesadas en participar en las batallas con agua, que en los rituales religiosos que se celebran en todos los templos budistas del país.
La cara siniestra de las festividades es la cantidad de muertes que se producen durante estos días, la mayoría en accidentes de tráfico causados por los efectos del alcohol.
Muchos tailandeses creen que la batalla acuosa disimulará durante unos días la profunda crisis política que amenaza con sumir al país en el caos.
"Quienes en realidad necesitan un buen proyectil de agua son los políticos, que por intereses propios fomentan la división", concluyó Kaewloyfa.