A diferencia de la Administración anterior, Barack Obama no está dudando a la hora de dar luz verde a los viajes de diversos emisarios de EE UU a lugares incómodos, como Myanmar, una nación sobre la que Washington aplica duras sanciones comerciales desde 1988, intensificadas después del estallido de protestas pacíficas contra el régimen en 2007. Entonces, los soldados disolvieron las manifestaciones a tiros, hirieron a cientos de monjes budistas, que las lideraban, y encarcelaron a 2.000 disidentes. La cifra de muertos oscila entre los 15 que admitió el régimen y los 200 de los que habla la oposición.
El pasado martes, Suu Kyi fue condenada a 18 meses de arresto domiciliario por violar los términos de otra detención que ya cumplía en su hogar, una rutina a la que el régimen la somete desde los años noventa. La ampliación de la condena impide a la activista presentarse a las elecciones de 2010. Suu Kyi ganó unos comicios en 1990, los únicos libres en Myanmar desde hace cuatro décadas, pero un nuevo golpe de Estado anuló los resultados.
Ahora, el senador por Virginia Jim Webb, un moderado y veterano de la guerra de Vietnam, se ha embarcado en un viaje a Asia en el que ha incluido también paradas en Tailanda, Laos, Camboya y Vietnam. La sorpresa es la visita a los dirigentes de la Junta birmana, la primera de este tipo en un país en el que EE UU no tiene embajador. El senador, un experto en política asiática, ha criticado duramente el castigo contra Suu Kyi, pero en marzo dijo: "Las sanciones que impone EE UU son contraproducentes en cuanto a nuestra capacidad para ayudar en la adversidad a la que se enfrenta la ciudadanía birmana". "Esperaremos a ver qué consigue. Él es responsable de su propia agenda y nosotros estamos de acuerdo con que se encuentre allí", dijo su portavoz.
Un senador demócrata de Estados Unidos llegó ayer a Myanmar (antigua Birmania), con el beneplácito de la Casa Blanca, para reunirse hoy con diversos representantes de la Junta Militar que gobierna el país con mano de hierro desde 1988. La visita se produce cuatro días después de que el régimen birmano ampliara otros 18 meses la detención domiciliaria de la líder prodemocrática y premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi. El viaje marca un viraje sustancial en la política exterior norteamericana, después de la reciente visita del ex presidente Bill Clinton a Corea del Norte y la gira africana de la secretaria de Estado, Hillary Clinton.La propia secretaria de Estado puso rumbo ayer a Washington después de un viaje de 11 días por siete países del África subsahariana, en el que negoció con líderes locales para contrarrestar el ascenso del terrorismo en la zona, exigió una mejora radical en los derechos de las mujeres y trató de atajar el ascenso comercial de China en países productores de petróleo como Angola o Nigeria.
"Me voy de África todavía más ilusionada por lo que queda por hacer", dijo en Cabo Verde. "Aquí no estamos dulcificando los problemas. No huimos de ellos. Estamos invirtiendo tiempo y esfuerzos en la gente de África". Durante su visita al continente, su marido, Bill Clinton, acudió a Corea del Norte, a título privado pero con el apoyo de Obama, para liberar a dos periodistas norteamericanas detenidas y condenadas por entrar en el país de forma ilegal. En su visita se reunió con el dictador Kim Jong Il, al que el ex presidente George Bush colocó en el célebre eje del mal en 2002.