La sentencia contra Suu Kyi equivale a la condena a muerte de la democacia birmana. La Junta ha cometido un error imperdonable en todo el asunto de Suu Kyi, igual que hizo en su momento con el ciclón Nargis. Ha acabado de deshojar la margarita birmana, y ahora ya no hay vuelta atrás.
El general sigue firmando contratos de gas, nucleares o armas con potencias extranjeras: China, la India, Corea. Mientras, busca su reconocimiento internacional en la farsa de las elecciones del 2010 y elimina a la oposición. El despechado Than Shwe tiene una cuestión personal con «la pequeña hija del general». Nunca ha tenido la intención de liberarla, porque sabe muy bien que es la única que tiene la capacidad de liderar el movimiento por la democracia, y quiere su muerte.
La comunidad internacional no puede permitir que Suu Kyi y los presos políticos sigan encarcelados. No podemos conformarnos con las promesas de un dictador que solo pretende es negociar su impunidad. Alguien que debería ser juzgado por crímenes contra la humanidad no puede negociar nada: ni siquiera un calendario hacia la democracia. Than Shwe necesitará deshojar 55 millones de margaritas para acabar con las ansias de libertad de un pueblo.
Birmania sufre inimaginables violaciones de los derechos humanos; es hora de que la comunidad internacional se levante contra el dictador. Aunque tengamos que marchar todos hacia Rangún, Suu Kyi debe ser liberada.
*Concha Pinós es directora de Birmania por la Paz