Hoy en pleno siglo XXI, cuando la humanidad ha alcanzado cotas de desarrollo y tecnología abismales, uno podría llegar a pensar que hemos avanzado en materia de libertad, paz y derechos humanos. Pero lamentablemente no es así, la crueldad, el egoísmo y la falta de humanidad hace que hoy día existan más esclavos de los que se llevaron de Africa hace cuatro siglos- en esa horrible trata trasatlántica-. El horror de la esclavitud ha vuelto. Comprar un ser humano es más barato que nunca.
La trata de seres humanos es una gran actividad económica, y con un gran crecimiento mundial. 2.8 millones de personas anualmente son traficadas, entre ellas 1,5 son niños.
Cada segundo, cada hora, hombres, niños y sobre todo mujeres son vendidos, usados y humillados en contra de su voluntad. Son las victimas de la esclavitud. Cargados a través de las fronteras, cruzando continentes, solos o en grupos. Viviendo con el miedo en el cuerpo, mientras sus captores vigilan sus movimientos. No se les trata ni como al ganado, porque al menos a este se le alimenta y se le cuida. Estas personas no existen, técnicamente, pero son personas. Son madres, hijos, padres, y sueñan con su vida, sueñan con su libertad.
La mayoría de personas en nuestro país no se dan cuenta de que significa “el tráfico humano” y que eso está ocurriendo
A principios de 2009 Malasia fue condecorada como uno de los países principales del tráfico de personas. Los informes aseguraban que los inmigrantes implicados eran mayoritariamente birmanos de la etnia Rohingyas- musulmanes- Karen y Chin, aunque también habían extranjeros de distintas nacionalidades hasta la frontera de Malasia con Tailandia- como refugiados iraquíes-. Mayoritariamente mujeres, donde se les extorsionaba o se les vendía a las mafias de tráfico de personas.
Las denuncias incluyen testimonios de que inmigrantes birmanos, entre otros o indocumentados procedentes de Irak- según certifica ACNUR- son aprehendidos en las instalaciones de detención del gobierno malayo y transportados hasta la frontera de Malasia con Tailandia como mercancía de carga. Una vez que llegan a la frontera, se les exige dinero, o se les entrega a los traficantes de personas en el sur de Tailandia.
Que Malasia sea un punto caliente en el tráfico humano no es nuevo, se encuentra en el puesto número 3 en la lista de los infractores en el tráfico de seres humanos desde junio del 2007. Los refugiados, viven en Malasia con el miedo a ser capturados por las autoridades de inmigración, ser deportados a sus países de origen en conflicto, sufrir persecución política o religiosa, aún que tengan el documento de refugiado de ACNUR. Son acusados por los oficiales malayos, quienes siempre están buscando “mercancías con las que traficar”. Llegan a quemar sus pequeñas casas en la selva, son detenidos, castigados y flagelados habitualmente.
Los refugiados en Malasia viven en el limbo de la ignominia. El país no ha ratificado el Estatuto del Refugiado de 1951. No necesitan reconocer oficialmente a los refugiados, ni otorgan validez a los documentos que ACNUR les otorga. Cuando el gobierno Malayo se encuentra con denuncias hace la vista gorda, y es un abuso de poder tras otro. Ya que los refugiados no pueden pagar la extorsión para poder quedarse, entonces son vendidos o vendidas a burdeles, barcos de pesca o como trabajadores esclavos domésticos o agrícolas.
Los refugiados e inmigrantes que tienen la suerte de poder vivir al abrigo de las ONG que trabajan- secretamente con ellos- viven en pésimas condiciones. No hay sanidad adecuada, ni vivienda para todos, ni alimentos, ni medicinas. Tantos ellos comos sus familias dependen de la buena voluntad de un tercero. He visto esos campos muy cerca de modernas ciudades malayas- que son vistas como ejemplo de desarrollo e integración-, mientras en la sombra de la selva, crece la sombra de la esclavitud.
Que los refugiados de Birmania, los trabajadores inmigrantes indocumentados se encuentran en dificultad en Malasia es de todos conocido. La mayoría de los habitantes de Kuala Lumpur son también conscientes de las denuncias, malos tratos y abusos en los campos de detención. Los refugiados no vienen a Malasia en busca de mejores oportunidades económicas, simplemente no tienen otra opción que la huida. Corren a Malasia dejando atrás familia e hijos, para poder iniciar una nueva vida. Sus problemas solo hacen que empezar, son perseguidos como animales, por los grupos mafiosos, formados por miembros militares y policiales. Los carnets de refugiados no valen de nada, y estos seres humanos se encuentran atrapados en una situación en la que no pueden trabajar, ni existir bajo la amenaza constante de ser detenidos, vendidos o expulsados.
El Gobierno Malayo solo esta interesado en los intercambios económicos con la Junta Militar. La compañía petrolera estatal de Malasia, Petronas- como las famosas torres que coronan la capital- hace negocios con Birmania por valor de millones de dólares.
ASEAN, con su política de no injerencia en los asuntos internos, permite la gravedad de las violaciones de los derechos humanos cometidas por los militares. Mientras se intercambian besamanos y sutilezas diplomáticas, los seres humanos son vendidos. La política de la no injerencia de los miembros del ASEAN, es más responsable que los propios militares birmanos, de las muertes, las desapariciones de cientos de rohingyas, Karen, chins y otras etnias.
Desde aquí hago un llamamiento para abrir una investigación en materia de Tráfico y Trata de Personas en el país, y apelo a la Declaración del ASEAN sobre la protección y el fomento de los derechos de los trabajadores inmigrantes y la inmediata ratificación del protocolo de 1967 de Naciones Unidas sobre el Estatuto del Refugiado, con la finalidad de proteger y fomentar los derechos de los inmigrantes y refugiados en la región del Sudeste Asiático.
Es necesario defender los derechos de los refugiados y crear espacios para la solidaridad donde ellos puedan expresar sus historias. La historia de la esclavitud es como una puerta giratoria, donde todos estamos expuestos. Todas las partes jugamos un papel importante podemos ofrecer nuestro apoyo a los refugiados que están más cerca los que ya están viviendo con nosotros. Pedir que vengan más refugiados a España, y ayudar a proyectos de refugiados en el mundo.
Quedarse en su país no es fácil pero irse es el horror