Desde el 7 al 30 de Junio en Donostia,
Exposición " las lagrimas de Buda, Birmania, budarem malkoak- les llagrimes de Buda".
Nómada. Calle 31 de Agosto, 24 . Donostia
Fotografias realizadas en Birmania por Juan Ramón Llavorí fotografo zumairra.
Premio en el Salón fotografico del Japón 2008.
Gracias Juanra, Zorionak!
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Al amanecer de todas las cosas que me rodeaban, un enorme rayo de luz, como un néctar, alimentaba por completo los arrozales. Ante mis ojos las aguas del lago cobraban vida llenas de luz y de armonía. Nada parecía detenerse, llevados por su sabiduría, a cada instante los colores del cielo y de las nubes se expandían y quedaban atrapadas en su superficie. Todo crecía en silencio.
Sentado en la orilla me llegaban los sonidos del monasterio de Lan Pyan en Nan The, eran las voces de los monjes novicios que lo habitaban, llevaban un buen rato salmodiando sus mantras. Eran voces de tonos desafinados, pero llenos de pasión y entusiasmo. Pensé que pasado un tiempo más o menos largo, su tono se llenaría de una cadencia más armoniosa cuando sus mentes se llenaran de la sabiduría del Buda. A pesar de la quietud que me rodeaba, sentí cómo crecían los sonidos de los mantras, cómo se llenaban del suave viento de la mañana, y veía cómo se mecían las flores y las hierbas; los tallos de verde turquesa parecían orar ante su presencia. A lo lejos, y a contraluz, se silueteaba el cuerpo de los pescadores y sus barcas. Las redes izadas por la borda con sus manos, irisaban como un filtro mágico los colores del agua, aunque a veces emergían sin peces.
En la orilla contraria, los tejados de las chozas parecían cobrar vida, a través de sus respiraderos, cual chimeneas, se elevaban columnas de humo. En las cocinas de fuego bajo, al ras del suelo, Khin Myo, trajinaba con los cacharros abollados de tanto uso. Preparaba el té y el primer arroz con pescado del día. El resto de su familia, se desperezaba abandonando el regazo de los sueños, que retrocedían ante el avance de las luces que entraban por las ventanas sin cristales.
En el horizonte seguía creciendo la luz. Toda la vida emergió ante mis ojos, todo volvía a crearse como cada mañana, impregnado de una sabiduría que no estaba escrita en ningún libro.
En silencio contemplaba absorto cómo los milagros se producían, cada uno de ellos a su ritmo, en su momento preciso.
En el sendero que se abría a mis espaldas, Nok Lek, caminaba hacia un pequeño corral, vallado por cañas de bambú entrelazado, en busca de su búfalo de agua para que tomara el primer baño de la mañana. El búfalo en este tiempo solamente descansaba, hacia muchos días que no le llevaban a los arrozales para ararlos. Ahora era tiempo de verlos crecer. Bastante trabajo tenia el pobre animal para sacudir con su larga y peluda cola, a los mosquitos y moscas que le martirizaban con sus picoteos.
El poblado de Nan The, poco a poco, pierde toda su quietud con los gritos de sus niños, y los juegos que ellos crean a veces solamente con piedras y con pequeñas gomas que lanzan para tocarlas, aquel que lo logra se queda con el tesoro del retador.
No hay calles, sólo caminos de tierra y senderos que cruzan los campos labrados a la espera que den sus frutos. En los remansos del lago, cerca de las orillas llenas de cañas y largas hierbas que se inclinan hacia sus aguas, flotan los nenúfares con sus flores blancas y olorosas.
Cerca de ellas también crece la flor de loto, me fascina ese color rosado y sus hojas a veces de un color blanco de extremada pureza.
La flor de loto en manos de Mae, me hace recordar el origen de la vida.
j. r. llavori romatet (Lago Inle)