RANGÚN, 5 jun (IPS) - Ko Ko Aung recuerda el momento en creyó haber perdido a su hermano mayor, Wai Yan Soe, en las aguas que devastaron su casa la noche en que se desató el ciclón Nargis, hace un mes, en el delta del Irrawaddy, la zona más populosa de Birmania.
"A Wai Yan Soe lo arrastró la corriente de agua desde el poste al que se había agarrado, cerca de casa. Después me pasó lo mismo a mí", relata el niño de 11 años.
Los hermanos ya habían dejado de clamar por sus padres y sus dos hermanas para que los ayudaran. Habían visto a los cuatro ahogarse cuando una ola gigante impactó contra su hogar, en una aldea cercana a Labutta, uno de los municipios del delta más afectados.
Ko Ko Aung se aferró toda la noche al tronco de una palmera para evitar ser arrastrado por las corrientes del río, cada vez más ancho. Muchos objetos que flotaban en las aguas lo golpeaban al pasar. "Estaba exhausto y me dolía mucho", evoca.
Poco después se las arregló para trepar hasta la cima del árbol, donde quedó dormido. Cuando despertó, a la mañana siguiente, el agua había cedido y la escena que tenía ante sus ojos era desoladora: no había nadie.
El ciclón Nargis mató a entre 130.000 y 300.000 personas, y afectó a entre 2,5 y 5,5 millones.
"Bajé del árbol y busqué gente, pero no encontré a nadie y tuve miedo. Volví a trepar al árbol y me quedé ahí dos noches", dice.
Ko Ko Aung sobrevivió, sin alimentos ni agua limpia, hasta que divisó a unos pocos aldeanos que se dirigían a un monasterio budista en una aldea cercana. Allí vio se encontró con Wai Yan Soe, de 14 años, quien evitó ahogarse aferrándose a un arbusto.
Los dos hermanos están hoy, junto con una treintena de huérfanos y huérfanas por el ciclón, refugiados en un monasterio de Rangún. "Muchos niños me siguieron. Me pedían que los trajera aquí porque estaban desamparados", relató el monje Uttara, de 52 años.
Los niños y niñas a su cuidado son apenas la mitad de los que encontró cuando acudió presuroso al área devastada, poco después que el peor desastre natural que se desató en las primeras horas del 3 de mayo.
"Es una tragedia, pero no podía arreglármelas con todos. Sólo puedo quedarme con algunos", explicó.
La preocupación del monje por los huérfanos del ciclón es compartida por agencias de la ONU y organizaciones humanitarias que intentan ofrecer alivio a los millones de afectados por el ciclón Nargis.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) estima que al menos 2.000 niños y niñas quedaron huérfanos o tienen a sus padres desaparecidos.
"Había 280 registrados en Labutta, pero necesitamos un panorama más detallado", dijo a IPS Alexander Krueger, experto de la oficina de Unicef para Asia oriental y el Pacífico, en Bangkok.
"Hemos comenzado a registrar a todos los niños no acompañados por adultos en las aldeas afectadas", agregó.
Al mismo tiempo, Unicef discrepa con la dictadura militar birmana sobre la manera en que se debe cuidar a estos niños traumatizados.
La junta se interpone en el camino del alivio internacional a las víctimas del ciclón y limitado severamente la ayuda extranjera en el delta. Y pretende, además, el envío de los huérfanos a hogares administrados por el Estado.
El régimen anunció planes de construir orfanatos en Labutta y Pyapon, otro distrito muy afectado.
Los niños pueden ser gran parte de los fallecidos, pues alrededor de 40 por ciento de los habitantes del delta eran menores de 18 años, según la organización británica Save the Children.
"Los orfanatos son perjudiciales para el desarrollo de los niños, especialmente para los menores de cinco años. El gobierno sabe que Unicef aboga por una atención familiar", dijo Krueger al corresponsal de IPS en Bangkok, Marwaan Macan-Markar.
Parte de la estrategia de Unicef para ayudar a los huérfanos y otros niños es integrarlos en "espacios amigables", donde pueden jugar, expresarse a través del arte y sentirse seguros. Ochenta de esos espacios se instalaron en el delta, pero se prevé que lleguen a un centenar. Cada espacio alberga a entre 50 y 350 niños.
La preocupación por los niños también se origina en las cicatrices emocionales de la tragedia que sufrieron.
"Los huérfanos son más vulnerables porque no tienen un entorno protector natural", dijo Kaz de Jong, experto en salud mental de Médicos Sin Fronteras, organización humanitaria mundial que desplegó numerosos equipos por el delta.
"En los campamentos de Labutta, los niños que son los únicos sobrevivientes de sus familias son retirados", añadió.
Esos niños silenciosos figuran entre los muchos sobrevivientes traumatizados que De Jong encontró mientras trabajaba en el delta.
"Vi a muchas personas muy tristes, muy ansiosas", dijo a la prensa el miércoles en la capital tailandesa. "Dicen tener dificultades para dormir, que se despierta por las noches. Ven las últimas imágenes de sus familiares fallecidos regresando en sus sueños. Tienen pesadillas", añadió.
Las plegarias budistas y la seguridad del monasterio ayudan a Ko Ko Aung y Wai Yan Soe a afrontar la situación. Su hermano mayor, Thiha, novicio en el templo desde hace cuatro años, reza con ellos.
"Ora por nosotros todas las noches antes de ir a dormir y yo me siento seguro a su lado", declaró Ko Ko Aung, mirando a Thiha. (FIN/2008)