Hay un arma profundamente letal en la Guerra. Nace de la perversión más profunda que el que este flagelo hunde a quienes participan en ella. La violación. Desde 1994 está considerado un crimen por el Tribunal Penal Internacional, pero siguen siendo frecuentes y la comunidad internacional cierra los ojos impávido ante esta realidad.
Así lo denuncia la editorial de la revista PLoS Medicine, que afirma que "la violación no es una consecuencia inevitable e indeseable de la guerra, sino una táctica bélica de lo más destructiva".
Los líderes mundiales lo reconocieron con un problema internacional. No obstante, las violaciones masivas han seguido produciéndose en recientes conflictos como los de Bangladesh, Burma, Colombia, Liberia, Sierra Leona y Somalia.
Stephen Lewis, ex enviado especial de la ONU para luchar contra el VIH en África y que ha visto con sus propios ojos algo que sólo puede definir como feminicidio y lo explica en la revista "Esta pandemia de violencia sexual es obscena y extremadamente salvaje".
El doctor Denis Mukwege, fundador del hospital Panzi, al este del Congo, trata cada día a más de una decena de mujeres que han sobrevivido a la brutalidad de una violación. "Es la monstruosidad del siglo", dice convencido.
Y, lo peor, afirma el editorial, es que se desarrolla con total impunidad y es constantemente ignorado por las autoridades. La revista denuncia que el Tribunal Penal Internacional olvida en demasiadas ocasiones incluir los cargos de violencia sexual a la hora de juzgar crímenes de guerra.
Ante esta realidad, PLoS Medicine pide a toda la comunidad médica y política que denuncien esta atrocidad, que no siga siendo cómplice de actos tan brutales. "Hablar de ello es lo menos que podemos hacer", concluye el doctor Mukwege.
Impacto
La República Democrática del Congo vive desde 1991 un conflicto cruento donde han sido violadas más de 500 mil personas, en su mayoría mujeres y niñas, aunque algunos hombres tampoco se han librado del trance. En Ruanda otro medio millón de mujeres sufrieron violaciones sistemáticas.
Pero esta práctica no excluye conflictos europeos. En los territorios de la ex Yugoslavia se descubrieron campos de violación, donde mujeres eran esclavizadas. En cada uno de estos conflictos se vio que las consecuencias físicas de estos actos se encuentran los embarazos no deseados, la adquisición de infecciones de transmisión sexual, entre ellas el VIH, lesiones genitales, hemorragias o incapacidad para concebir durante el resto de la vida.
Es tristemente común que los violadores utilicen cristales, palos, barras y machetes para, además de violar, provocar un daño irreparable a los genitales femeninos. Ante esto muchas mujeres quedan con secuelas psicológicas gravísimas que les impiden cuidar a sus hijos, sienten tanto miedo que no se atreven a moverse de la cama.
Asimismo, en muchos conflictos las violaciones se producen ante la familia, el marido, los hijos, que son obligados a mirar y a sufrir lo que le hacen a su ser querido sin poder evitarlo. El trauma por lo vivido, en este caso, es casi imposible de reparar.