martes, 10 de febrero de 2009

Inmigrantes enviados a una muerte casi segura: los Rohingyas


Los principales periódicos mundiales llevan tres semanas con el tema. IHT, The Washington Post, The Economist, etc., están informando del calvario de los inmigrantes Rohingyas devueltos a la mar en Tailandia.

Los rohingyas son un grupo étnico musulmán de unos cuatro millones de habitantes que ocupan el oeste de Birmania junto a Bangladesh. Viviendo en un país mayoritariamente budista, sufren una gran discriminación por parte de la Junta Militar que gobierna el país. Se les niega la nacionalidad, se les somete a trabajos forzados, se les oprime con impuestos, y no llegan ni a ser ciudadanos de segunda categoria. Despectivamente se les califica como "kala", es decir, negros, en relación al color más claro de la piel de la mayoría de birmanos. A pesar de constituir más de un 4% de la población, la constante persecución a la que son sometidos y la absoluta pobreza en la que viven, solo se les da una salida: la emigración.

Son muchos los rohingyas que han emigrado a Bangladesh o a otros países musulmanes como Indonesia. Se discute si son refugiados políticos o simplemente emigrantes económicos. En los últimos años, como otros birmanos huyendo de la pobreza del llamado Myanmar, han ido llegando a las costas tailandesas del Mar de Andamán.

El 15 de diciembre, un primer convoy de seis botes con 412 rohingyas llegaron a la isla tailandesa de Koh Sai Deng. La Marina de Guerra tailandesa los hizo embarcar en una especie de barcaza gigante, sin motor, y, proporcionándolos agua y comida para dos días, los remolcó a alta mar lo más discretamente posible. A los que rehusaron embarcar, se les lanzó por la borda maniatados. Doce días después, los Guardacostas Indios rescataron 107 inmigrantes cerca de la isla de Little Andaman a casi 600 millas de donde habían sido abandonados a su suerte. Parece que el resto se habían lanzado al agua al ver la luz de un faro, desesperados, confiando en llegar a la costa. Murieron ahogados.

El 30 de diciembre, de nuevo 580 rohingyas más fueron embarcados a la fuerza en cuatro pateras a las que habían quitado los motores, los remolcaron lejos de la costa y, de nuevo, fueron abandonados a su suerte con comida y agua para dos días. Un bote con 193 náufragos fue rescatado cerca de Aceh en Indonesia el 7 de enero. Otro bote llegó a una isla del archipiélago indio de Nicobar tres días después con 150 inmigrantes. Los dos botes restantes con 237 personas se dan ya por desaparecidos.

La Armada tailandesa, a medida que fueron apareciendo noticias en la prensa extranjera de estos hechos, se limitó a negarlos tajantemente. Cuando ya los rumores acerca de esta flagrante infracción de la Carta Universal de los Derechos Humanos fueron agrandándose, el Bangkok Post rompió el silencio de la prensa tailandesa con un titular en la primera plana del domingo 19 de enero. Ello obligó ya al primer ministro Abhisit a decir que se iba a abrir una investigación oficial. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados pidió poder visitar a los 126 inmigrantes detenidos por el Ejército recibiendo largas del Gobierno.

En lugar de la investigación prometida, el ministro de Asuntos Exteriores sacó a la luz un manifiesto de tres páginas denegando enfáticamente las noticias y los rumores acerca del maltrato dado a los inmigrantes rohingya. Decía no haber evidencias concretas y mareando la perdiz proponía una reunión de los países ribereños implicados para resolver el problema de la inmigración ilegal.

Aquí interviene la CNN. En un magnifico reportaje ilustrado con fotografías tomadas por algún marinero tailandés se pueden ver los botes llenos de inmigrantes como son remolcados a alta mar. La CNN hizo más, sus reporteros visitaron unas playas al Norte de Phuket y allí hallaron pruebas de dónde habían estado detenidos los rohingyas. Los habitantes de los pueblos vecinos manifestaron su miedo ante la avalancha de refugiados birmanos que robaban y les amenazaban.

Hasta aquí los hechos. La posición del Primer Ministro Abhisit, demócrata educado en Eton y en Oxford, no puede ser más delicada ante la opinión pública mundial. Que en un país que se cree democrático la Armada y el Ejército "solucionen" por su cuenta el problema de la inmigración ilegal es impresentable.

Abhisit, que debe en parte su cargo al apoyo de los militares, tiene que hacer frente estos días a las criticas de la prensa internacional por la nefasta ley de lese majeste por la que está en prisión desde hace tres años un novelista australiano. En la novela, casi inédita, había dos líneas que al parecer eran poco respetuosas para el heredero de la corona. Los "rojos" partidarios del Primer Ministro depuesto, le han dado un ultimátum para que lleve a juicio a los "amarillos" -uno de ellos, el actual Ministro de Asuntos Exteriores-, que ocuparon los aeropuertos ocasionando el caos y tremendas pérdidas en la economía y en la imagen de Tailandia. Los cierres de fábricas y los despidos son noticia cada día como resultado de la crisis mundial. Abhisit, cuyo talante democrático nos ilusionó al ser nombrado, lo tiene cada vez más difícil, tanto en el frente de la opinión pública mundial como en el de la dividida sociedad tailandesa. El caso de los rohingyas abandonados a una muerte segura hace mucho daño a la imagen del país llamado "de las sonrisas".