Hoy, Barack Obama deshace la herencia de Bush, y Turner, que admira a su nuevo presidente y tiene 32 años, dirige Freedom Now, una asociación de abogados que trata de liberar a presos políticos en todo el mundo. El sureste asiático ya no es desconocido para Turner, que guía al comensal por el menú de especialidades del restaurante tailandés. El reo de conciencia más célebre que defiende Freedom Now, desde 2006, es Ang Suu Kyi, a la que han llamado la Mandela birmana. Suu Kyi encarna desde hace 20 años la aspiración por la democracia en su país. Allí la votaron masivamente en 1990 en unas elecciones que el régimen no reconoció. Un año más tarde recibió el Nobel de la Paz. Desde entonces ha pasado 13 años encerrada. Ahora la pueden condenar a cinco años más de reclusión.
Mientras busca los platos vegetarianos del menú, Turner explica que, tras su viaje, su primer destino como joven jurista defensora de Derechos Humanos fue Suráfrica. Allí redactaba informes de los abusos de la dictadura en Zimbabue para South African Litigation Center. No logró encausar a nadie, pero conoció al joven abogado que había fundado, en 2001, Freedom Now. No dudó en sumarse al proyecto, del que hoy es directora.
"Seleccionamos casos individuales claves, aquellos que representan una situación de atropello general de los Derechos Humanos en su país". Y los llevan ante organismos internacionales, como el grupo de trabajo sobre detención arbitraria de la ONU.
Han logrado liberar a algunos de los que defienden, no a todos. "Siento frustración cuando el lenguaje básico de los Derechos Humanos naufraga en las trastiendas de la geopolítica", dice Turner. Sabe de qué habla: a principios de 2008, vio cómo el veto de China y Rusia hacía fracasar una resolución contra Myanmar en el Consejo de Seguridad de la ONU. La abogada no se desanima, y proclama sobre su plato de pescado que se enfría: "La única forma de avanzar es pedir responsabilidades. Aunque sea sobre el papel. Que las dictaduras se vean en la necesidad de justificar sus atropellos ya es un avance".
Cree que eso es lo que hace el régimen birmano: la detención sin cargos de Suu Kyi rebasa los cinco años que permite su propia ley, y ahora la juzgan. Tras este legalismo se esconde la búsqueda de tretas para mantenerla encerrada, denuncia Turner, que no pierde la esperanza: mantiene colgado en la pared de su casa el tapiz que le regaló el opositor birmano, del que no volvió a saber nada hasta hace un mes. "Huyó del país tras la revuelta azafrán de 2007, ahora está en un campo de refugiados tailandés". Aguardando la libertad, como Suu Kyi.