martes, 27 de mayo de 2008

LA ONU HACE MANITAS CON LA DICTADURA por Marwaan Macan-Markar

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, cree que su reciente visita a Birmania fue fructífera. Pero la conflictiva historia del vínculo entre la organización internacional y esa nación de Asia sudoriental impide abrigar muchas esperanzas.

Ban fundamenta su confianza en ciertas concesiones del hombre fuerte del régimen, general Than Shwe, al pedido de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) para que dejara ingresar más asistencia y trabajadores extranjeros para ayudar a las víctimas del ciclón Nargis, que se desató el 3 de este mes. Para el secretario general del foro mundial fue significativo que el gobernante militar de 75 años accediera a reunirse con él. Than Shwe se había negado a recibir hasta llamadas telefónicas del funcionario en los días siguientes al ciclón.

"He sido muy alentado por mis discusiones con las autoridades de Myanmar (como llaman los dictadores al país) en los últimos días", dijo Ban a la prensa poco después de aterrizar en el aeropuerto Suvarnabhumi de Bangkok, el domingo, tras su visita de cuatro días.

Agregó que Than Shwe "accedió a permitir que todos los trabajadores internacionales de asistencia operen libremente y sin obstáculos".

"Nosotros accedimos a establecer varios centros logísticos y abrir nuevas conexiones por aire, mar y tierra hacia las áreas más afectadas", continuó Ban.

El funcionario participó en Rangún en una reunión con representantes y trabajadores internacionales de asistencia de medio centenar de países.

"El gobierno de Myanmar parece estar moviéndose en la dirección correcta para implementar los acuerdos" alcanzados en la ocasión, señaló.

El logro de Ban con la junta es muy bienvenido por parte de agencias humanitarias internacionales como Médicos Sin Fronteras (MSF), que tiene presencia en Birmania pero a la que, igual que a otras agencias, se le ha negado el acceso a buena parte del delta del río Irrawaddy, azotado por el ciclón.

"Damos la bienvenida a la noticia. Desde que se desató el ciclón, hace tres semanas, MSF intenta hacer llegar al delta a más socorristas internacionales, particularmente a aquellos que poseen pericia en situaciones de emergencia", dijo Jean Sebastian Matte, de la organización con sede en París.

"Esperemos que ahora MSF pueda hacer ingresar más expertos internacionales de emergencia a Myanmar, y más urgentemente a la región del delta, que es la más afectada", agregó.

Las restricciones impuestas por la junta a los socorristas que viajan a la devastada zona sudoccidental del país es apenas la última manifestación de la arbitrariedad de la represión en el país.

A consecuencia, no sólo se negó a los sobrevivientes alivio urgente como agua limpia, alimentos, medicinas y refugio, sino que también el costo humano real fue mantenido lejos del escrutinio público.

Actualmente, las estimaciones de las víctimas mortales varían de 130.000 hasta incluso 300.000, en el peor desastre natural ocurrido en Birmania. La cantidad de afectados por el ciclón va de 2,5 a cuatro millones.

La planicie sobre la cual se desató el Nargis, con vientos de 190 kilómetros por hora y transportando un muro de agua del mar de 3,5 metros de altura, tiene la mayor densidad demográfica del país.

Pero las supuestas concesiones de la junta a la ONU y a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) siguen un camino conocido. Sobrevienen luego de que el régimen fuera condenado por muchos gobiernos occidentales por su reticencia a asistir a las víctimas.

La dictadura negó el ingreso a extranjeros expertos en operaciones de alivio a poblaciones afectadas por desastres.

En el pasado, la junta militar "hizo concesiones poco a poco cuando surgían problemas", de modo de "reducir las críticas internacionales", dijo a IPS el analista político birmano Aung Naing Oo, exiliado en Tailandia.

"Esto es lo que estamos viendo nuevamente. Pero tenemos que ver si Than Shwe cumple sus promesas en los próximos días", agregó.

A fines del año pasado, la junta jugó una carta similar, tras la condena internacional a la brutal represión de las protestas prodemocrática iniciadas en septiembre por miles de monjes budistas. Than Shwe accedió entonces a reunirse con el enviado de la ONU Ibrahim Gambari.

Pero la esperanza de un cambio de actitud tuvo corta vida. Apenas se aplacaron las críticas, el régimen rompió todas las promesas de apertura formuladas a Gambari.

En la tercera visita que este diplomático nigeriano realizó a Birmania, el régimen le reveló todo su desprecio, incluso con una andanada de críticas a cargo del ministro de información, brigadier general Kyaw Hsan.

Desde comienzos de los años 90, Than Shwe ha tratado de manera similar a los seis enviados del foro mundial. Empieza con señales de concesión y luego da un giro hostil, reafirmando la noción de que los militares tienen control absoluto sobre el país, sin excepciones.

Esto también ha sido así en momentos en que no hubo involucramiento de la ONU. En agosto de 2003, el general Khin Nyunt fue designado primer ministro y pronto reveló una "hoja de ruta" de siete puntos hacia la democracia.

Eso siguió a la indignación internacional de Occidente e incluso en Asia sudoriental por los ataques y la nueva detención domiciliaria a la que fue sometida la líder opositora y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.

La dirigente sigue bajo arresto domiciliario, igual que desde hace 12 años. Mientras, la nueva Constitución, en proceso de referendo, pretende perpetuar el poder de la junta.

Ni siquiera el referendo de este mes abrió espacio al disenso. La amenaza de cárcel pende sobre quienes pretendan oponerse al proyecto.

Los informes de fraude a cargo de la junta no le impidieron proclamar que 92,4 por ciento de los votantes habían apoyado su iniciativa constitucional.

"No se debería permitir que la ONU cayera en la trampa de reducir sus expectativas. Esto es lo que el régimen quiere", dijo a IPS Debbie Stothard, de la organización regional de derechos humanos Altsean