Repatriación voluntaria de los rohingya a Birmania
El Gobierno de Bangladesh y ACNUR acordaron el martes impulsar la repatriación a Birmania de los 27.000 refugiados musulmanes de la etnia rohingya que se encuentran en campos de Bangladesh desde 1991. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, António Guterres, viajó a Bangladesh a principios de esta semana, donde visitó los campos de refugiados y se reunió con el asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores, Iftekhar Ahmed Chowdhury, tras lo cual declaró: "nuestra intención es reestablecer el mecanismo trilateral entre Bangladesh, ACNUR y Myanmar para crear las condiciones que posibiliten la repatriación voluntaria de los refugiados rohingya a Myanmar".
ANTÓNIO GUTERRES, DURANTE SU VISITA AL CAMPO DE KUTUPALONG EL 26 DE MAYO.
ANTÓNIO GUTERRES, DURANTE SU VISITA AL CAMPO DE KUTUPALONG EL 26 DE MAYO.
Guterres afirmó que ACNUR está negociando con otros países la posibilidad de que den asilo a los refugiados, pero la prioridad y la mejor solución es "posibilitar que la gente pueda volver voluntariamente a su hogar en unas condiciones seguras y dignas, y así participar en la construcción de su propio país". Resulta chocante esta última afirmación, teniendo en cuenta que según la ley de ciudadanía de Myanmar aprobada en 1982, los rohingya no son ciudadanos birmanos, ya que sólo pueden serlo los grupos étnicos que ya se encontraban en el territorio nacional antes del comienzo de la colonización británica, en 1824, lo cual no es el caso según la Junta (aunque es un tema sujeto a una gran controversia académica).
Guterres añadió en una rueda de prensa que "la mayor cooperación que existe ahora entre la comunidad internacional y Myanmar creará oportunidades en el futuro para un diálogo más sustancioso". Bangladesh, por su parte, dijo que renovaría sus esfuerzos para repatriar a los 27.000 rohingya de vuelta a Birmania.
El anuncio ha sido recibido con reacciones de condena de activistas por los derechos humanos de esta etnia, una de las más perseguidas por el régimen birmano. Según The Irrawaddy, el director de una agencia de noticias birmana con sede en Bangladesh declaró que las autoridades bangladeshíes están pidiendo a los refugiados que vuelvan a su país voluntariamente, algo a lo que éstos se niegan por temor a las represalias de la Junta. El periodista añadió que los refugiados no tienen ninguna intención de volver hasta que no se instaure una democracia en el país, como le dijo una refugiada a Guterres el pasado lunes durante su visita a uno de los campos: "dejen que la dictadura militar llegue a su fin y se establezcan la democracia, la paz y los derechos humanos en Myanmar antes de llevarnos de vuelta". No parece que que estas palabras hicieran demasiada mella en Guterres.
Es cuando menos sorpredente que ACNUR decida que ha llegado el momento de "repatriar voluntariamente" a los rohingya un día después de la conferencia de donantes de Rangún y tres semanas después de que el huracán Nargis arrasara la llamada despensa de Birmania. Si los rohingya decidieran volver, lo harían a un país que se enfrenta a una hambruna terrible y en el que, por otro lado, no hay ningún indicio de que se vaya a producir un cambio democrático en un futuro próximo. De hecho, estos refugiados se niegan a regresar a Birmania desde hace más de 15 años a pesar de las durísimas condiciones que han de soportar en un país extremadamente pobre como Bangladesh y que no les quiere en su territorio.
La decisión de ACNUR de seguir adelante con las repatriaciones es aun más sorprendente teniendo en cuenta que se produce sólo una semana después de que el Gobierno australiano anunciara la donación de algo menos de un millón y medio de dólares al organismo de la ONU para la construcción de nuevas casas en uno de los campos de refugiados. De hecho, el propio ACNUR afirmó a finales del pasado mes de febrero que las condiciones están mejorando sustancialmente en los campos debido a que el Gobierno de Bangladesh, a cargo de la administración de los mismos, le ha permitido introducir mejoras y colaborar a otras entidades de la ONU y organizaciones no gubernamentales.
CAMPO DE REFUGIADOS ROHINGYA EN BANGLADESH.
Unas 800.000 personas de la etnia rohingya viven en el estado de Arakan, al noroeste de Birmania y es una de las más oprimidas por la Junta militar birmana. Los rohingya proceden de Bangladesh y son musulmanes, religión especialmente perseguida por los generales, budistas de etnia birmana. Además de negarles la ciudadanía en su propio país, les obligan habitualmente a realizar trabajos forzados, no se les permite desplazarse ni casarse libremente ni acceder al sistema educativo ni al sanitario. En 1991, el ejército birmano ejecutó una operación de limpieza étnica en el estado de Arakan que obligó a más de 250.000 a huir a Bangladesh, donde se enfrentaban a una condiciones extremadamente duras; la mayor parte de ellos volvieron a su país, pero unos 27.000 permanecen en Bangladesh. El Gobierno de Bangladesh, que no firmó el Estatuto de los Refugiados en 1951, nunca ha reconocido a los rohingya como tales, y se niega a aceptar más alegando que no puede mantenerlos. (Sobre la situación de los rohingya en Myanmar, véase el informe publicado por Amnistia Internacional en 2004 Myanmar: The Rohingya Minority: Fundamental rights denied, en formato pdf).
Guterres añadió en una rueda de prensa que "la mayor cooperación que existe ahora entre la comunidad internacional y Myanmar creará oportunidades en el futuro para un diálogo más sustancioso". Bangladesh, por su parte, dijo que renovaría sus esfuerzos para repatriar a los 27.000 rohingya de vuelta a Birmania.
El anuncio ha sido recibido con reacciones de condena de activistas por los derechos humanos de esta etnia, una de las más perseguidas por el régimen birmano. Según The Irrawaddy, el director de una agencia de noticias birmana con sede en Bangladesh declaró que las autoridades bangladeshíes están pidiendo a los refugiados que vuelvan a su país voluntariamente, algo a lo que éstos se niegan por temor a las represalias de la Junta. El periodista añadió que los refugiados no tienen ninguna intención de volver hasta que no se instaure una democracia en el país, como le dijo una refugiada a Guterres el pasado lunes durante su visita a uno de los campos: "dejen que la dictadura militar llegue a su fin y se establezcan la democracia, la paz y los derechos humanos en Myanmar antes de llevarnos de vuelta". No parece que que estas palabras hicieran demasiada mella en Guterres.
Es cuando menos sorpredente que ACNUR decida que ha llegado el momento de "repatriar voluntariamente" a los rohingya un día después de la conferencia de donantes de Rangún y tres semanas después de que el huracán Nargis arrasara la llamada despensa de Birmania. Si los rohingya decidieran volver, lo harían a un país que se enfrenta a una hambruna terrible y en el que, por otro lado, no hay ningún indicio de que se vaya a producir un cambio democrático en un futuro próximo. De hecho, estos refugiados se niegan a regresar a Birmania desde hace más de 15 años a pesar de las durísimas condiciones que han de soportar en un país extremadamente pobre como Bangladesh y que no les quiere en su territorio.
La decisión de ACNUR de seguir adelante con las repatriaciones es aun más sorprendente teniendo en cuenta que se produce sólo una semana después de que el Gobierno australiano anunciara la donación de algo menos de un millón y medio de dólares al organismo de la ONU para la construcción de nuevas casas en uno de los campos de refugiados. De hecho, el propio ACNUR afirmó a finales del pasado mes de febrero que las condiciones están mejorando sustancialmente en los campos debido a que el Gobierno de Bangladesh, a cargo de la administración de los mismos, le ha permitido introducir mejoras y colaborar a otras entidades de la ONU y organizaciones no gubernamentales.
CAMPO DE REFUGIADOS ROHINGYA EN BANGLADESH.
Unas 800.000 personas de la etnia rohingya viven en el estado de Arakan, al noroeste de Birmania y es una de las más oprimidas por la Junta militar birmana. Los rohingya proceden de Bangladesh y son musulmanes, religión especialmente perseguida por los generales, budistas de etnia birmana. Además de negarles la ciudadanía en su propio país, les obligan habitualmente a realizar trabajos forzados, no se les permite desplazarse ni casarse libremente ni acceder al sistema educativo ni al sanitario. En 1991, el ejército birmano ejecutó una operación de limpieza étnica en el estado de Arakan que obligó a más de 250.000 a huir a Bangladesh, donde se enfrentaban a una condiciones extremadamente duras; la mayor parte de ellos volvieron a su país, pero unos 27.000 permanecen en Bangladesh. El Gobierno de Bangladesh, que no firmó el Estatuto de los Refugiados en 1951, nunca ha reconocido a los rohingya como tales, y se niega a aceptar más alegando que no puede mantenerlos. (Sobre la situación de los rohingya en Myanmar, véase el informe publicado por Amnistia Internacional en 2004 Myanmar: The Rohingya Minority: Fundamental rights denied, en formato pdf).